Pirri, Caballero del Honor





Autor: Andrés Ramírez Pelayo
 
   Nos remontamos hacia el año 1980: el Real Madrid se convertía en tricampeón consecutivo, obtenía la copa en propiedad y con ello conquistaba su título de liga número 20 tras una apretada competición en la que apenas consiguió superar por un punto al conjunto de la Real Sociedad. Pero más importante para la entidad blanca, así como su afición, fue la despedida de su más reciente emblema por aquella época, la figura de un futbolista que solía jugar incluso con fiebres que superaban los 40 grados de temperatura o con el brazo fracturado ante el acérrimo rival colchonero o en finales de copa. Es Francisco Martínez, mejor conocido en el mundo del balompié como Pirri.

   Retornando un poco hacia el pasado, Francisco Martínez, o Pirri, nace el 11 de marzo de 1945 en la ciudad de Ceuta, un territorio geográficamente establecido en el norte de Marruecos pero que constituye un enclave marítimo perteneciente a España, y que por su ubicación, la población de su pueblo es una mezcla de cristianos y musulmanes. Aquí fue donde Pirri vivió su infancia y sus primeros pasos como futbolista debutando a los 15 años con varios equipos de su ciudad, entre ellos el Imperio Riffien, el Sociedad Deportiva Ceuta y el Club Atlético de Ceuta.

   Las habilidades del joven ceutí y la necesidad que tenía por continuar con sus estudios lo llevaron a probar suerte en la ciudad de Granada, formando parte del equipo local con 18 años. El paso de Pirri por el equipo rojiblanco apenas le duró hasta los 19 ya que el dedo de Don Santiago Bernabéu le indicó su siguiente reto como jugador. Ese reto que le impusieron ya era de por sí enorme debido al lapso histórico que todavía continuaba escribiendo. Formaría parte de un equipo de la capital española llamado Real Madrid, aquel conjunto que no hacía mucho consiguió cinco copas europeas en forma consecutiva y después tres títulos de liga también conquistados al hilo.

   El debut de Pirri, nuevo jugador blanco, tendría un sabor especial y único; entraba de cambio en un clásico Madrid vs Barcelona sustituyendo al Cañoncito Pum, Ferenc Puskás, el goleador del campeonato con 21 tantos. Salía una leyenda, hecho que no tenía duda, pero sin saberlo nadie a excepción de Bernabéu, ingresaba al campo un futuro ídolo en poco tiempo. Termina la temporada y el Madrid conseguiría el tetracampeonato y la copa en propiedad. Qué curioso llega a ser esto del fútbol, pues pareciera tener destinado a quienes inician como campeones y se retiran como algo más que simples campeones.

   Conseguido el título liguero de la temporada 1963-64 y también el de la temporada 1964-65 para convertirse en el primer pentacampeón consecutivo en la historia del campeonato español, el Real Madrid, dirigido en aquel entonces por Miguel Muñoz, fijan como siguiente objetivo el recuperar la supremacía continental llegando a la final de la Copa de Europa de la temporada 1965-66 a disputarse en Heysel, Bélgica, ante el Partizan de Belgrado, equipo que pertenecía a la extinta Yugoslavia. Las acciones del encuentro se pusieron en contra de los “Ye-Ye” en el minuto 55’ con anotación del capitán del Belgrado, Velibor Vasović, pero en seis minutos de inspiración madrileña se presenció una pincelada de gol por parte de Amancio en el 70’ y uno más de Francisco Serena al 76’ para remontar el partido. Termina el encuentro, 2-1 marcador final y con Pirri como titular consolidado, el Real Madrid se corona como monarca europeo por sexta vez. Cabe mencionar que previó a la final, el equipo tomó revancha en la ronda de semifinales ante el Inter de Milan, rival con el que perdió la final en la temporada 1963-64. Sin embargo, decir revancha llega a ser una palabra de doble filo, pues quién hubiera pensado que aquel equipo campeón de Europa tardaría 32 años en levantar la séptima.

   Los títulos, polivalencia en el campo, cantidad de partidos disputados y goles eran un registro de la importancia en el esquema del equipo, pero si algo lo caracterizaba por encima de todo eso y que por supuesto vale la pena mencionar, fue su entrega y sacrificio, sus sinónimos a la hora de jugar un partido. Fue la final de la Recopa Europea ante el Chelsea de Inglaterra en 1971 lo que da veracidad a esta descripción que hago, pues jugó el partido con el brazo en cabestrillo a causa de una fractura de clavícula. Con el brazo vendado, el Real Madrid perdió la final tras un encuentro de desempate pero quedó en la memoria de aquellos espectadores un acto de verdadero heroísmo futbolístico. Cuatro años después, ahora en la final de la Copa del Generalísimo ante el Atlético de Madrid, volvería a pasar algo similar; fractura de mandíbula y una fiebre que superaba los 40 grados de temperatura. A pesar del parte médico que no le permitía, o al menos le recomendaba a este héroe del madridismo no jugar la final, omitió los comentarios y saltó al terreno de juego junto a sus compañeros. El encuentro finalizó 0-0 y en la tanda de penales el Real Madrid se impuso en la que ha sido hasta hoy, la única final de Copa del Rey ganada ante el Atlético de Madrid. Un mes después, Don Santiago Bernabéu baja a los vestidores para conmemorarlo por sus actos heroicos otorgándole “La Laureada”, único jugador en recibir dicha mención.

   Regresamos al año del que partimos al principio de este perfil: es 1980 y el Real Madrid conseguía su título de liga número 20. Su palmarés se resume de la siguiente manera: 10 campeonatos locales (sólo por detrás de su compañero Francisco Gento, máximo ganador del campeonato español con un total de 12 títulos) 3 Copas del Generalísimo, 1 Copa del Rey y 1 Copa de Europa. 561 partidos y 170 goles, cifra goleadora nada despreciable para un líbero o mediocampista defensivo. 16 años de trayectoria madridista. Su último destino como jugador sería en México, con el equipo de Puebla. Dos años con el conjunto camotero y ahí puso fin a su profesionalismo en el fútbol.


    Es Francisco Martínez “Pirri”, un jugador de aquellos que están casi en extinción. Los que lo vieron jugar fueron testigos de un tipo “entrega total” a sus colores. De por sí ya es emocionante leer sobre alguien con estas características, nada cuesta imaginar qué impresión indescriptible hubiéramos tenido de haber visto sus goles y su coraje desde las gradas de Chamartín.


2 comentarios:

  1. Gran descripcion! Andres! La verdad es interesante ver lo que puede hacer la actitud en la consecucion de los obejtivos. Asi queda destacada la naturaleza de Pirri, como un gran luchador, aparte de un muy productivo futbolista para su posicion. Excelente trabajo, genio. Un gran abrazo :)

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  2. Todo estupendo exceptoooo.....que Pirri no se llama Francisco,si no José.

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