Los pájaros no pueden ser enjaulados



En el pasado mercado estival, en medio de una crisis que se concentraba bajo los palos, se hacía oficial el fichaje de una revelación, un halcón venido del otro lado del charco y que traía bajo el brazo una esperanza a la solución de una crisis, en la que él, no pintaba nada. Fichaje más que prometedor para mucho pero una amenaza para otros.

Los "otros" observaron al igual que el resto de los mortales como su protegido protagonizaba un inicio de temporada recogiendo balones de la red día tras días, y los aficionados simplemente reclamábamos un cambio, una transición coherente en favor de ese fichaje que nos ilusionó y que venía con las alas abiertas para volar sobre la portería blanca y seguir demostrando al mundo su valía, pero por una extraña razón, ese pájaro fue relegado a una jaula desde la cual veía como unos elementos externos iban recomponiendo poco a poco las alas rotas de aquel ángel caído, apretando cada vez más fuerte la cerradura de la jaula del halcón. Lo más triste de la situación fue tener que escuchar como los "otros" repartían carnets de Madridistas atribuyéndonos  una adoración hacía un señor de Setúbal de cuyo nombre no quieren acordarse ( y nosotros tampoco) y como si de la inquisición hablásemos , nos sentimos perseguidos tal cual caza de brujas, sólo les faltó prender fuego al graderío. Así pues, ganaron la batalla, una contienda que solamente ellos se creyeron, alimentaron y difundieron de la manera más indigna que se recuerda en la información deportiva.

Y mientras le reconstruían las alas a su ángel, el halcón seguía en la jaula, cabizbajo, comiendo alguna que otra migaja que le dejaban, convirtiéndose en el antagonista de un guión en el cual no quería intervenir, pero le hicieron partícipe. 

Llegó el gran día, al halcón le abrieron la puerta de la jaula y le dijeron que tenía que volar, pero ahora el que tenía las alas rotas era él, se le habían roto a cachitos y no pudo hacer más, quería volar pero no podía y perdió. 
Ahora hay que volver a reconstruir esas alas, pedir la libertad para poder volar lejos de Concha Espina, a un lugar en donde poder volver a tocar el cielo.

El halcón de Costa Rica no puede volver a ser enjaulado.



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